CATECUMENADO actual
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    En los tiempos recientes, ante las dificultades pastorales que surgen en muchos lugares, se ha intentado resaltar el deber de conciencia que tienen los creyentes de formarse cada vez mejor para pensar y obrar en conformidad con el Evangelio de Jesús.
   Esa necesidad ha sido encarecida por los Papas recientes y se ha sentido cada vez más urgente en la Iglesia. Pablo VI  decía en la Exhorta­ción Evangelii Nun­tiandi: "Es evidente que las condicio­nes actuales hacen cada vez más urgen­te que la instrucción catequética sea dada en forma de un catecumenado” (Nº 44)
   Y en 1979, Juan Pablo II, en la Exhortación Catechesi Tradendae, repetía: "Nuestra preocupación pastoral y misionera se dirige a quienes, a pesar de haber nacido en un país cristiano, e incluso en un contexto sociológicamente cristiano, nunca han sido educados en su fe y, como adultos, son verdaderos catecúmenos" (Nº 44)
   El catecumenado se presenta como un instrumento o una estructura para ayudar en la maduración de la fe.

   1. Identidad

   El Concilio Vaticano II fue sensible a esas circunstancias y pidió que se resta­blecieran algunas formas de catecumenados de adultos, entendiendo por tales los modelos de educación de la fe que condujeran a una nueva vida eclesial: "Restáurese el catecumenado de adultos en diversas etapas, cuya práctica dependerá del Ordinario del lugar. De esta manera, el catecumenado ordinario establecido para la conveniente instrucción, podrá ser santificado con los sagrados ritos que se celebrarán en tiempo oportu­no". (Sacr. Conc. 62).
   En conformidad con está intención conciliar, en 1972 se promulgo el "Ordo Initiationis Christianae Adultorum", que estrictamente tiene una dimensión bautismal o de renovación de la fe, pero que extensivamente se puede aplicar a cualquier hecho fundamental en la vida cris­tiana o apostólica.
   Por lo tanto el catecumenado se en­tiende como un tiempo y un proceso de preparación en la vida de fe. De manera especial afecta a la preparación para un acontecimiento singular en esa vida, como es el caso de un sacramento como el Bautismo o la Confirmación o que se recibe por primera vez (Primera comu­nión) o implica un compromiso de por vida (Matrimonio, Orden sacerdotal).
   Existe cierta relación fundamental entre Bau­tismo y catecumenado, en atención a la misma naturaleza de este sacramento. Y esto se debe a una razón histórica y a una razón teológica. La historia recuerda los catecumenados de las épocas patrísticas y lo que ellos significaban. La teología reclama la realidad espiritual de la con­versión bautismal, pero alude al mis­mo tiem­po a la necesidad de una prepa­ra­ción social y psicológica para lo que el Bautismo representa.
   En ese sentido bautismal, el catecumenado tiende a repetirse cada vez que un cristiano consciente del valor de su fe quiere revitalizarla con un proceso o tiempo de renovación espiritual o de reforzamiento doctrinal y eclesial en aquello en lo que cree. Todo momento en la vida es bue­no para esa tarea, aun­que la tradi­ción resalta algu­nas épo­cas más propi­cias: perío­dos cua­res­males o pascua­les, cuan­do se cambia de profe­sión, de géne­ro de vida, mientras uno se prepara para una acción misione­ra o atraviesa tiempos de dificultad ecle­sial o personal, etc.

 

   2. Tipología catecumenal

   Si se identifica catecumenado nuevo con período de fortalecimiento de la fe y de la vida cristiana, es bueno que se intente alguna clasificación de los catecumenados

   2.1. Históricos o arqueológicos

   A veces se ha exagerado con cierto romanticismo anacrónico el posible valor actual de los catecumenados de los prime­ros cristianos y se multiplican los recuerdos nostálgicos sobre la vida de las comunidades del amanecer eclesial.
   Aun reconociendo que todo hecho his­tó­ri­co puede ser aleccionador para los tiempos posteriores ("Historia, magistra vitae", según Cicerón), no conviene mitifi­car lo arcaico. El hecho histó­ri­co en sí mis­mo es irrever­sible e irrepetible. Los estilos de vida mediterráneos del siglo I ó V no pueden convertirse en paradig­mas de los actuales.
   El catecumenado antiguo fue algo hermoso, aunque quedan muchas dudas sobre su extensión y muchas reservas sobre su organización (jerarquías, compromisos, perseverancia).
  
   2.2. Sacramentales
 
    Resultan los más ex­tendidos en los tiempos recientes. Se ofrecen como estilo o cauce para la actualización de la formación cristiana a la hora de recibir un sacramento e iniciar una nueva situación.
 
    2.2.1. Bautismal

   Sigue siendo el Bautismo el sacra­men­to de referencia catecumenal más impor­tante. Al adulto que quie­re bautizarse se reclama un tiempo de prepara­ción: "Ha de ser llevado por pasos sucesivos a la iniciación sacramental, según el ritual preparado por cada Conferencia episco­pal." (Código D. C. c. 851.1)"
   Incluso cuando se recibe el bautismo en la infancia, también los padres y los que hacen de padrinos "han de ser suficientemente ilustrados sobre el significado del sacramento y las obligaciones que lleva consigo." (c. 851.2)
   Lo importante de todo catecumenado bautismal, o relativo a él, es que" los catecúmenos sean convenientemente ini­ciados en el misterio de la salvación e introducidos a la vida de fe, a la liturgia y a la caridad del pueblo de Dios y del apostola­do." (c. 788. 2)

   2.2.2. De Confirmación.

   Son frecuentes también los tiempos especiales de preparación cuando llega el momento de recibir el Sacramento de la Confirmación.
   El sentido de fortaleza y de afianzamiento en la fe propio de este sacramen­to, ordinariamente recibido al iniciarse la vida adulta, implica una renovación de las actitudes bautismales que, aunque se hayan recibido en la infancia inconsciente, laten en el espíritu del bautizado.
   El catecumenado de la Confirmación requiere libertad de opción, voluntad de formación, sensibilidad religiosa y deseo explícito de intensificar la pertenencia eclesial que el sacramento asegura.
   Con frecuencia esta disposición, salvo que el proceso catequético anterior haya sido serio y bien trabajado, no suele abun­dar y por eso los catecumenados confirmacionales suelen reflejar serias dificulta­des si los adolescentes no están mentali­zados en lo que buscan. Por eso es con­veniente un precatecumenado bre­ve, agradable, motivador y sincero, para dejar claras las actitudes, las expectativas y el itinerario que se va a seguir.
   Si no se consigue la opción sincera de confirmarse, el catecumenado puede reducir­se a período de cumplimiento rutinario, caso frecuente de muchos adolescentes que lo realizan sin voluntad autó­noma o induci­dos por las circunstancias o exigencias familiares.
   El contenido catecumenal de Con­firmación versará sobre temas de madurez: Iglesia, servicio y compromiso, oración, madurez cristia­na, vivencia del Espíritu Santo, buscando en todo caso una plena conciencia cristiana y una adhesión firme al Evangelio.
   Y las formas organizativas evidentemente ya no podrán ser excesivamente infantiles, de modo que los adolescentes o jóvenes se sientan coaccionados o manipulados.
  Incluso es probable que, psicológica y pedagógicamente, el catecumenado no debe ser largo, con peligro de fatiga y abandono, fenómeno harto frecuente en las edades inestables de la adolescencia.

   2.2.3. Otros sacramentos

   Los sacramentos de la Eucaristía, del Matrimonio y del Orden sacerdotal suponen un tiempo catecumenal adecuado a cada uno de ellos.

   2.2.3.1. Primera comunión

   El momento en que el niño inicia la participación y la recepción eucarística ha tenido en la tradición cristiana una significación singular y la exigencia de una participación familiar importante.
   Sería interesante sustituir la mera labor instructiva del niño de 9 ó 10 años por un catecumenado familiar que haga posible romper algunos usos sociales que desvirtúan el verdadero sentido de las "primeras comuniones".
   No quiere ello decir que se abandone la información y la formación muy específica del niño. Pero es decisivo para la educación religiosa integral de los primeros comulgantes el poder rom­per con el sentido estadísticamente terminal de este acto, que adquiere cuando se reduce a un hecho social y no a una auténtica participación sacramental.
   Si la primera comunión se escolariza, si se realiza como algo alejado de la vida cristiana de la familia, si no va seguida de hábitos reforzadores de la vida cristiana infantil posterior, si se asocia irreflexivamente a fiestas mundanas y hedonistas ajenas al sentido de la eucaristía, las llamadas primeras co­muniones se con­vierten con harta frecuencia en las últi­mas, en incidencias sociales y no en signos religiosos, lo cual es profanación de su sentido catecumenal.
  
   2.2.3.2. Del Matrimonio

   Los catecumenados prematrimoniales, con frecuencia denominados sesiones, encuentros o cursillos de preparación, deben ser también objeto de una definición catecumenal. Y sólo se consigue si se descubre el matrimonio como sacramento y no como mera celebración social o costumbre nupcial (boda) encomiable.
   Si esos encuentros de preparación sacramental han de ser mirados como catecumenado deben cubrir objetivos claros y evitar desviaciones.
   Ello significa que los contrayentes deben querer de verdad el sacramento y no sólo el enlace. Y deben ser infor­ma­dos de la diferencia y puestos en la necesidad de elegir, con ayuda de la familia y de los amigos creyentes, entre un rito, que es gesto externo, y un sacramento, que es encuentro con Dios y compromiso con la Iglesia.
   El catecumenado matrimonial no debe reducirse a un curso profano, como acontece cuando se aprovecha la circunstancia para informar y formar en la sexualidad, en la sanidad, en el derecho, en la psicología o en la sociolo­gía del compromiso nup­cial.
   El catecumenado no es mera información, sino iniciación en la vivencia del amor evangélico (amor de Jesús a la Iglesia) que convierte en santi­ficador el amor humano (amor humano como signo), lo cual es el objetivo del sacramento en cuanto tal.
   La temática, los modelos organizativos, los mínimos exigible de asistencia y de claridad de conciencia, la sinceridad de intención, la aceptación de la Ley de la Iglesia, la apertura a la vida (C.D.C cc. 1055 a 1165) y el descubrimiento y aprecio del mensaje evangélico, pueden variar mucho según la situación de los contrayentes. Pero en todo caso requie­ren mínimos actitudinales y convivenciales que los contrayentes deben conocer y asumir con libertad.

   2.2.3.3. Ordenación sacerdotal

   El mismo sacramento del Orden requie­re un cierto proceso de preparación catecumenal, en cuanto implica una responsabilidad de toda la vida y significa un ministerio eclesial de primer orden.
   Esa experiencia no está sólo en el campo de la mera preparación teológica y experien­cia eclesial, sino que reclama una comu­nicación con la parte de la Iglesia en la que se da la llamada ecle­sial (Diócesis o Instituto religioso).
   El objetivo de ese tiempo será probar­se a sí mismo y también a los demás la aptitud para las obligaciones específicas del sacerdocio (entrega, pobres, servicio eclesial, celibato, vocación específica). El catecumenado "vocacional" implicará cierto período de compromiso y entrega propias de la consagración: sensibilidad eclesial, dependencia institucional, renuncia, habilidad comu­nicativa, etc.

 

 


 
 

 

 

   

 

 

 

 

   2.3. Misioneros

   En cierto sentido son catecumenados importantes los períodos de preparación específica para ciertas misiones exigentes, peligrosas, costosas y de intenso reclamo eclesial.
   En el sentido eclesial del concepto de misión, la llamada que determinadas per­sonas pueden sentir hacia lugares o ta­reas que rompen la normalidad, no pueden ser autentificadas sin la ayuda catecumenal de la Iglesia como tal.
   Una persona puede hacer un viaje o una estancia en lugar de difícil conviven­cia con sólo su voluntad y puede también con libertad correr una aventura que puede resultar exitosa o desgraciada.
   Pero, cuando se trata de tareas ecle­sia­les, el discernimiento de la dimensión evangélica de esa entrega, viaje, riesgo o función, no puede quedar sólo a la voluntad subjetiva de la persona que se entrega a la tarea. Uno es enviado cuando alguien en nombre de Dios le envía, no cuando él mismo se marcha.
   El período de adaptación, reflexión, oración y preparación que la misión requiere tiene naturaleza catecumenal  cuando se toma como tarea eclesial y no como ocurrencia individual.

 

  2.4. En terrenos de misión

   Una llamada de atención y un recuerdo agradecido conviene hacer sobre el valor que los procesos y períodos catecumenales que en ocasiones se aplicaron en territorios "de misiones".
   Las condiciones de esos lugares socio­ló­gica­mente no cristianos reclamaron la conveniente instauración de períodos más o menos largos de adap­tación y acogida cuando se demanda el Bautismo, el Matrimonio o la participación en la Eucaristía.
   Se hizo real y frecuente el pedir un período catecumenal bautismal en los tiempos de la primera cristianización de América, como lo demuestra la pléyade de catecismos adaptados a los grupos nativos que provenían de otras creencias y supersticiones.
   También surgió en el siglo XVIII en luga­res de Oriente como Japón, Filipinas y la India, sobre todo en las misiones franciscanas y jesuíticas.
   Y se llegó a instituir de forma incluso oficial en el siglo XIX en Misiones africa­nas en donde actuaban los misioneros dirigidos por el Cardenal Carlos Lavigerie que lo oficializó en 1878.
   En los países descristianizados de Eu­ropa surgieron diversas experiencias catecumenales ya antes del Concilio Vaticano II, al menos en determinados lugares influidos por un paganismo culto y de masas dominadas por la ignorancia religiosa o la agresividad revolucionaria.
   Lo que ha existido en esa actitud de las Iglesias misioneras ha sido la conciencia de que cada sacramento exige un tiempo de preparación y de que sus frutos dependen de cómo se realice.
   Las conversiones de "paganos" no enriquecen la Iglesia cristiana si no son sólidas y conscientes. Por eso se requie­ren objeti­vos doctrina­les y espirituales claros y tiempos y procesos de maduración adecuados.
   Por lo demás también es conveniente recordar que detrás del término catecumenado existe la exigencia del sentido común y el tacto pedagógico para apreciar y reconocer la necesidad de una preparación oportuna y adecuada.

2.5. Catecumenados coyunturales

   Será bueno también que recordemos que con mucha frecuencia se suelen denominar catecumenados a los procesos grupales de formación de la fe.
   Pueden abarcar a procesos de actualización o formación general en el mensaje cristia­no: o pueden recoger intenciones o intereses sobre temas o cam­pos muy específicos: catecumenados bíbli­cos, sobre justicia social, en la oración, en la liturgia eclesial.
   Esas formas temporales y sectoriales de la educación de la fe en los adultos hacen bien en ampararse bajo el término respetable de "catecumenado" y eludir con ello la connotación infantil que el término "cateque­sis" implica en muchos ambientes.


   Será conveniente, con todo, recordar a todos sus participantes que el alma del catecumenado, desde los tiempos anti­guos, no está tanto en los conocimientos doctrinales que se adquieren cuanto en la vida cristiana que se comparte y en la que se participa. Si se centran en la formación intelectual, teológica, sólo rozan el concepto del catecumenado. Si abar­can con decisión la conversión, la vivencia cristiana y el encuentro con el misterio divino, entran de lleno en el estilo catecumenal.

   3. Lo normativo y lo eclesial

   Con frecuencia surge el conflicto entre lo obligatorio y disciplinar (preparación), sobre todo sa­cramen­tal, y la libertad organizativa y evangélica.
   Las normativas, más o menos exigentes o tolerantes que a veces las autoridades religiosas insinúan o promulgan, se diversifican mucho en las diócesis y en las comunidades cristianas.
  Varían las consignas para las acciones sacra­mentales: duración, asistencia obligada, lugar celebrativo, edades, tiem­pos, burocracia eclesial, etc. Conviene recor­dar a este respecto que las normas están al servicio de las perso­nas y no viceversa y que una limitación indiscriminada de la libertad evangélica es peligrosa si es absoluta y general.


   Tan nocivo puede ser el abandono de toda disciplina y orientación sobre los catecumenados sacramentales como la legislación intran­sigente que va mucho más allá de lo que ordena la Ley General de la Iglesia.
   Y no está de más insistir en que lo importante es la consecución de los objetivos y no la materialidad de los cumplimientos. Algo serio falla en la vida sacramental de los grupos eclesiales cuando una norma atrofia la libertad o un trámite sustituye a la adhesión.
   Los dirigentes y animadores eclesiales propensos a las normativas feudales ha­rán bien en pensar que puede educar más una lectura de un libro clarificador que una resignada escucha de una char­las impreparadas, por ejemplo cuan­do de cursillo prematrimoniales se trata.
   Salvada la experiencia comunitaria, alma de la sacramentalidad, y la recta intención de transparentar la claridad de ideas y la bondad de conciencia en lo que se hace, la tolerancia, diversidad y comprensión son lo más conveniente cuando de catecumenados se trata.

   4. Catecumenados sectoriales

   El catecumenado cristiano es, o debe ser, patrimonio electivo de la Iglesia y nunca ser propiedad selectiva de grupos restringi­dos.
   Pretender acaparar el sentido catecume­nal en "movimientos al modo del llamado camino neocatecumenal" o en experien­cias eclesiales de tipo místico al estilo de los grupos pentecostales, puede resultar una exageración desafortunada, sobre todo si late cierta arrogancia y aristocracia espiritual en los promotores.
   Los movimientos eclesiales, como son los dos citados, son hermosos en cuan­to movimientos y en cuanto eclesiales. Su grandeza está en ser alternativa deseable para quien sienta como interesante o atractiva su dinámica evangélica.
   Pero deben hacerse compatibles con todo otro movimiento del signo que sea, incluido los más liberales y tolerantes con reivindicaciones sociales poco amigas de citas explícitas del Evangelio.
   Los catecumenados o períodos de pre­paración no abiertos a toda la Iglesia, los que cultivan el capillismo y no la catolicidad, los que se mueven con experiencias de fe en que los promotores viven impresiones de alejamiento eclesial, jarárquico o ecuménico, no respon­den a la línea de una correcta evangelización.

   5. Catequesis y catecumenado

   Es difícil determinar la relación que existe entre catecumenado y catequesis. Terminológicamente catecumenado alude a una institución formalizada en los primeros tiempos cristianos y catequesis significa actividad, o ministerio, primordial en la Iglesia
   Conceptualmente la idea de catequesis abarca a toda la labor educativa, según las definiciones más eclesiales del con­cep­to. Y catecumenado alude a un pro­ceso organizativo muy concreto y preci­so.
   Al margen de esta oscilante relación, lo que no hay duda es que toda catequesis sistematizada y bien armonizada puede ser definida como un catecumenado. Pero también es bueno recordar su refe­rencia prioritaria a la vida sacramental de la Iglesia, de manera particular en lo referente al hecho bautismal.
    Por eso es bueno recordar que cuan­do se ha recibido el bautismo en la pri­mera infancia, la vida de la Iglesia reclama una permanente formación en la fe recibida y una aclaración continua en los procesos de maduración eclesial y espiritual.
   El Catecismo de la Iglesia Católica indica explícitamente la necesidad de un catecumenado postbautismal para todos los bautizados que no lo tuvieron antes del sacramento: "Por su naturaleza mis­ma, el Bautismo de los niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del necesario desarrollo de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona" (Nº 1231)
   Pero, la organización de las catequesis infantiles también hace referencia a los catecumenados o procesos sistemáticos y continuados de formación cristiana.
  Y en este sentido toda catequesis se debe abrir a los procesos catecumena­les creativos, atractivos, dinámicos, cautivadores e iluminadores de la vida de todos los creyentes.